El Bolsón, 26 de Abril de 2006

NUESTRAS FLORES Y SUS LEYENDAS: El Amancay

El Amancay (del género Alstroemeria aurantica), una de las más hermosas y típicas flores de la Patagonia. Se desarrolla en los bosques húmedos formando alfombras doradas que llegan a medir hasta un metro de altura. Su método de propagación consiste en un complejo sistema de rizomas arraigados muy en lo profundo de la tierra, así como también la utilización de semillas capsuladas. Sus flores recorren el espectro que va desde el amarillo hasta el anaranjado, pudiéndose observar en dos de sus pétalos vistosas estrías rojas. Este maravilloso vegetal austral suele brotar en los meses de septiembre y octubre pero, curiosamente, no alcanza a florecer hasta los meses de diciembre y enero. Actualmente, es una especie protegida que se refugia en los Parques Nacionales y las altas montañas.

Hoy, mientras saboreaba un pan relleno de queso y cantimpalo y un licuado de blueberries y grosellas en un banco de la Plaza Pagano, se me acerca un extraño sujeto que, de buenas a primeras, y luego de pretender trocar algunos talegos por un manojo de hierbas medicinales, me cuenta su anécdota:

“No, si dicen que allá por el Tronador, cuando todavía era el Ten Ten Mahuida, vivía un pibe, el Quintral, que parece que era el hijo de la hermana del cacique de los vuriloches. Dicen que las pibas de la tribu se meaban por este Quintral, las tenía como locas. Pero el gato estaba encajetado con una pendeja pobre de la tribu, la Amancay. Parece que hubo bardo ahí, con no sé que historia de la epidemia. La cosa es que Quintral cayó en cama, de última, y el viejo éste del cacique mandó a llamar la pendeja pobre, a ver si podía actuar del ala madrina. Pero resulta que la piba se había mandado a ver a una curandera de la tribu, que le mandó que si arrancaba para el cerro y se traía una de esas flores amarillas, listo, el chabón se curaba. Pero trasca que la mina no sabía que las flores eran de los Dioses, cuando arrebata una, pinta un cóndor del lugar. El cóndor le bate que él es algo así como el guardián de las cumbres, y que todo bien, pero que tenía que dejar el corazón ahí. A la mina le vino bien, onda el sacrificio. Así que se dejó envolver así por las alas del bicho, y bueno ahí nomás se lo arrancó y se tomó el olivo. Pero parece que no lo venía agarrando bien porque se le chorreó la sangre ahí nomás arriba de las flores. Y pumba! así nació la Amancay”.

– No, flaco, te agradezco pero no traigo un mango.

– No, Todo bien, amigo, pero no te copás con un cobre para bajonear algo?