El Bolsón, 11 de Abril de 2006

En mis primeros días por el pueblo me reencuentro con viejos amigos de la comarca andina. Hay gente que no veía hace años pero nos saludamos como si la última vez hubiese sido ayer.

Y yo acá, en lo de siempre.
Te acordás de tal?
Sos médico? Desde cuando?
Un par de semanitas nomás.
Y no sabes cual…

Viajar es cosechar un ejercito creciente de amigos dispersados por todas partes del mundo por donde uno vaya y por donde no vaya.

Los lugares crecen, pero en cierto aspecto están siempre igual. Recorro y evoco. Evoco a cada paso. En mi caso: viajar implica evocar constantemente.

Cualquier situación, persona o geografía gatilla algún recuerdo de momentos dormidos.

Es diferente viajar solo o acompañado.

Solo uno viaja, habla y carea mucho con uno mismo.

Viajar solo es un buen ejercicio para conversar con uno mismo y con desconocidos, para escribir, para leer y aprender cosas nuevas.

Me invitan a jugar a la pelota paleta Mauricio (Psicólogo del servicio, pelado con pelo largo, artesano del cuero mientras era estudiante de La Plata) y Roberto Hipólito (De Bahía Blanca, medico generalista y actual residente de Salud Mental Comunitaria. Un hiperquinético de actividades varias, deportes y trabajo. Cuenta con una amplia videoteca).

En mi vida jugué a tal deporte pero acepto la invitación.

Llueve mucho afuera. La cancha es larga y poco común. Hay que correr mucho y mi estado físico es deplorable.

Irse lejos del nido implica este tipo de situaciones las cuales disfruto mucho: estar a mas de 1.500 Km. de Buenos Aires, jugando un deporte que no jugué en mi vida, con dos compañeros del servicio que conozco hace escasos días, y pasándola tan bien. Y la gente es tan amable conmigo por estos días.

Mi hogar se encuentra en lo que llaman la Empresa Social. Es un galpón del servicio de Salud Mental del Hospital de Bolsón donde se realizan talleres y actividades múltiples. Se encuentra a diez cuadras del hospital en dirección hacia la ruta al Puelo. Típico barrio bolsonense de calles de tierra y de charcos en época invernal.

En ese lugar tienen un par de casitas muy pequeñas con una habitación, cocinita y baño. Nada de qué quejarse. En una vive Omar, un operador del servicio de Salud Mental que además es pastor de una iglesia evangelista de algún rubro que no recuerdo. Vive con su mujer y su hijita. Un tipo con una gran sonrisa estable que irradia buena energía.

Yo comparto la otra casita con un psicólogo que esta haciendo la residencia de Salud Mental Comunitaria en Ingeniero Jacobacci y se encuentra haciendo una rotación en Bolsón. Por estos días me hable todo el tiempo de psicología, neurosis, psicosis y cuanto tema ronde su trabajo. Es una buena convivencia donde cada uno hace lo que se le canta sin joder a nadie. Uno de los primeros días puso el despertador como dos horas antes de salir hacia el hospital y en el desayuno me dijo si no leíamos un articulito de Cornaglia… interesante… pero bastante temprano como para ejercitar el seso.

Las caminatas al amanecer hacia el hospital son gloriosas. Las primeras tres cuadras voy en dirección hacia el cerro Piltriquitrón y el naranja fosforescente del cielo me eriza los pelos. Es una postal de esas que se te graban para siempre. Disfruto mucho de caminar con el aroma de la mañana y sin apuro hacia el hospital. Pateando el rocío, silbando alguna cancioncita, disfrutando de la vidurria. Estos primeros días son raros pero mi cuerpo se va llenando de felicidad a cada segundo que pasa. Ir a la Emilia, caminar por Bolsón, admirar mis queridas montañas, haberme recibido de medico… que mejor premio que éste. Cada día me alegro más de haber decidido hacer este viaje que recién empieza… un sueño de tantos años hoy en mis manos. ¡Cuantas de las ultimas noches de mi vida soñé con esto!… ¡y ahora lo estoy viviendo!

Esto es la gloria…