El Bolsón, 21 de Abril de 2006
Maldonado se mandó una cagada grande hace unos años. La cuestión es que el Servicio de Salud Mental hizo su informe sobre su condición psicológica y el tipo fue declarado inimputable. Debía permanecer internado en el Hospital en las noches y durante el día trabajar como cocinero del Hogar de Transito y realizar las actividades de los talleres como parte de su tratamiento. Con un detalle: durante las 24 horas debía ser custodiado por un policía de la Provincia de Río Negro. A cada lugar con su sombra. Cada vez que lo cruzo a Maldonado hay un cana por ahí. Pero la custodia es muy relajada. Me da la sensación que Maldonado no les genera desconfianza a los polis. El fierro esta sobre una mesa y lejos del dueño. El chaleco antibalas colgado como una campera en el perchero. Me genera una terrible curiosidad la relación de Maldonado con cada uno de “sus” policías. Los analizo mucho. Demasiado, no puedo evitarlo. Cada palabra, cada gesto. Intento analizar todo. Me provoca mucha intriga la díada Maldonado-policía. Pero lejos, el momento que mas disfruto es cuando hay taller de deportes. El poli de turno suele prenderse en el básquet y en el fútbol. Y con mi obsesión de voyeur analizo cada pase de pelota entre uno y otro, cada reclamo, cada enojo en torno al juego. ¿Qué pasará por sus cabezas? Dan la sensación de estar muy acostumbrados a esta situación. Yo soy el único que observa con intriga adolescente. No es tan común ver a custodio y custodiado jugando un picado con la pistola y la gorra tirada detrás del arco. Me resulta tan bizarro como tierno. Tan de cuento de Osvaldo Soriano que me emociona.
En un momento se concreta lo que yo estoy esperando hace un par de talleres… la escena que toda película hollywoodense que se precie de tal debe tener: Maldonado se para de libero, el poli adelante. Maldonado recibe el balón de su arquero, la duerme bajo la suela y escruta el horizonte en busca del pase mas apropiado. Parado de 7 el poli le grita pidiendo el pase. La toma es el rostro del poli en cámara lenta pidiendo el pase con gestos exagerados. Como Cani a Maradona contra Nigeria en el mundial de Estados Unidos. Yo estoy rogando que la película tenga el final mas obvio y previsible (esos que acostumbro ver en las proyecciones de los colectivos de larga distancia). Maldonado levanta la vista y ejecuta un pase perfecto, como el de Diego a Claudio Paul. El poli emprende una larga carrera rumbo al área contaría. Continúa la cámara lenta, ahora sin sonido y con contrincantes que no pueden detenerlo y caen a sus lados desahuciados. Levanta la mirada, apunta al arco y el balón pasa bajo el arquero. Estalla el estadio. Se va la cámara lenta y vuelve el sonido con más fuerza. Música épica. GAAAAAAAAAAALLLLLLLL. El poli lo grita con ganas y se dirige cual jugador de primera división hacia el autor de la asistencia para festejar con él con esa falsa humildad que tanto los caracteriza. Chocan los cinco exitados, orgullosos de su creación. “Buena Maldonado” insiste el poli. Maldonado mudo esboza una sonrisa. Continúa el juego y todo sigue como si nada. Yo quedo extasiado, caminando la cancha pero sin poder concentrarme en el juego.
Me excita cuando lo inverosimil y trillado se hace materia en la vida cotidiana. Cuando un hecho como cualquier otro califica en la categoría anecdota y te da material para futuros asados.
Una buena anécdota para contarle a mis amigos, pienso bobamente mientras intento recibir un pase y el balón me pasa por debajo de la suela de la zapatilla.