Tenía cierta idea del sistema de salud mental de acá por un artículo de un diario viejo, pero vivirlo desde adentro es una experiencia increíble.

Río Negro es la única provincia del país que clausuró los manicomios para que las personas que sufren trastornos mentales pudieran vivir en libertad.

A cinco años del inicio del proyecto, sus responsables afirman que las restricciones presupuestarias atentan contra el normal funcionamiento del sistema. Pero evalúan la experiencia como positiva, ya que lograron implementar planes cooperativos para contener a los enfermos mentales, muchos de ellos todavía abandonados. La ley de desmanicomialización 2.440, aprobada en 1992 y considerada de avanzada para América latina, abolió los institutos psiquiátricos públicos y privados, desterró el uso de electroshock y restringió los tiempos de internación. La idea central contenida en la norma apunta a que mejore la relación de las personas con problemas mentales con sus familias. Aumentaron las consultas e internaciones por crisis, generadas por dos factores importantes: la desocupación y la situación social, explicó el jefe de Salud Mental de Río Negro, Hugo Reales. El funcionario estimó que el 80 por ciento de los enfermos mentales son desocupados o subocupados. La ley apoya la atención de los pacientes en equipos interdisciplinarios y los operadores de salud los visitan en sus casas. Pero los recortes salariales y la quita de horas extras resintieron la atención. Varios profesionales renunciaron y no fueron reemplazados, afirmó Reales.

Traslados
Según el psicólogo Enrique García Díaz, el agotamiento que produce la atención de pacientes en crisis y la imposibilidad de discutir la viabilidad del nuevo método obligaron a muchos de nosostros a trasladarnos a otras áreas. El Taller Literario de Viedma dejó de funcionar por problemas ajenos a los pacientes. Acá estamos atrapados pero con salida. Queremos la reapertura porque el arte cura, opinó Jorge Alou, de 41 años, ex-paciente del hospital Borda y hoy vendedor de churros. Las cooperativas que nacieron gracias a la ley de desmanicomialización procuran insertarse en un mercado deprimido y competitivo. En Cinco Saltos, algunos pacientes de Salud Mental atienden un albergue inaugurado hace siete años. A su vez, la cooperativa Manos Laboriosas recuperó un edificio en ruinas e instaló una pensión con seis habitaciones.

En la provincia de Río Negro no hay neuropsiquiátricos por ley. Es por eso que todo paciente psiquiátrico (aquí los llaman usuarios el servicio de Salud Mental) debe ser tratado de forma ambulatoria y el principal objetivo del tratamiento es la reinserción social. La excepción se da obviamente en los usuarios que sufran algún brote o que por alguna causa necesiten internación. Pero en ese caso el paciente es internado en una sala común y es recibido por un medico de guardia, que mas allá de interconsultar con Salud Mental, debería estar capacitado para el manejo de este paciente como el de cualquier cuadro clínico.

La atención de este sistema es realmente mucho mas sacrificada que la de la psiquiatría tradicional. Requiere una dedicación casi personalizada con cada usuario. Aquí realmente funciona muy bien pero supongo que al ser una comunidad chica, eso facilita las cosas. De todos modos apostaría que con voluntad, sacrificio y madurez social, esto se podría implementar en todas partes mas allá del número de habitantes.

Es apasionante ver como trabaja esta gente. La energía que le ponen a cada actividad es enorme y eso hace que el sistema funcione y se labure realmente en equipo, de una manera en donde cada uno opina y cada uno es escuchado. Yo creo que estas realidades tan lindas y tan reales invitan a soñar… porque mas allá de creer en una teoría uno puede ver con sus propios ojos como el engranaje funciona. Sé que mucha gente no cree nada sobre estos modos de hacer psiquiatría, pero pienso que mas allá del pragmatismo, es meramente por miedo. El miedo de una sociedad que necesita que le dejen bien claro que los “locos” están adentro y los “cuerdos” afuera. El miedo a sentir que si los colifas están sueltos nos podemos contagiar y así enloquecer todos. El miedo a tener que hacerse cargo como sociedad de sus locos y no que alguien los tenga bien dopaditos y atados mientras afuera podemos caminar tranquilos por los parques y las plazas. Estas cuestiones generan mucho miedo… pero de a poco se van venciendo. Sobretodo si hay gente como esta que se rompe el alma por esta causa.

Mis primeras impresiones son muy buenas y disfruto mucho de poder ver desde adentro esta tan linda manera de laburar.