PRIMERO PERSONA


#3 | “Vida, muerte, lentes y foco


Hace unos años con mi novia decidimos ir tres meses a conocer la caótica y fascinante India. Imaginaba un tiempo para despejar mi cabeza y evitar cualquier tema relacionado al trabajo. Viajar, dormir, comer, conocer nuevas culturas, pensar en nada. Pero se ve que hay ocupaciones apasionantes que exceden tus horas laborales y te sorprenden reflexionándolas en los lugares menos pensados.

Son las tres de la mañana en Manikarnika Gath, el crematorio más importante de la mítica y sagrada ciudad de Varanasi a orillas del río Ganges. Hace horas que observo en silencio el desfile de cremaciones que se repiten una y otra vez ininterrumpidamente hace casi 100 años. Para un hindú, que su cuerpo arda y se vuelva ceniza en este sitio libera su espíritu de la ignorancia eternamente y lo exime del círculo perpetuo de la muerte-reencarnación.

A todos los humanos nos toca actuar en la misma película, la clave está en la lente que usemos para encuadrar la vida-la muerte y dónde hagamos foco. Eso hace que una u otra -o ambas en conjunto- tomen tal o cual sentido. Reflexiono mientras corroboro que para mi camisa no debe existir dios hindú ni católico que la libere de este olor a humo.

Infinidad de veces mis colegas o amigos me preguntan ¿Qué se siente saber que con todos tus pacientes tenés la derrota asegurada? Interpretando que como no podrán curarse de su enfermedad de base, tarde o temprano la muerte tocará sus puertas, sentenciado así mi derrota ante la enfermedad como representante de la medicina.

Y yo les cuento que nuestro partido como paliativistas no lo jugamos contra la enfermedad, sino contra los síntomas que puedan molestar a un niño durante esos días meses años que les toque vivir, contra la desesperación de una familia que cree que su hijo puede morir con sufrimiento, contra la desolación de sentir que porque la medicina no tiene una cura para esa enfermedad nada tiene sentido y “no hay nada más que hacer”.

Dos semanas después de su amputación, Julián pudo recibir a sus amigos para jugar a la Play gracias a los analgésicos. Los padres de Miguel dicen que jamás van a olvidar la cara de paz que tenía al morir en brazos de su madre. La mamá de Camila llora y me cuenta emocionada que los siete años que compartió con su hija fueron los mejores de su vida.

Esas son nuestras victorias, aunque al final la muerte llegue y la vida termine antes de lo esperado.

Al final, la clave está en la lente que usemos para encuadrar la vida-la muerte y dónde hagamos foco.