Viaje Bs. As.-Bolsón, 5 de Abril de 2006

Viajo sin saber muy bien a donde.
Con naturalidad.
Con simpleza.
Carente de la euforia que imaginé, tendría en este momento que estoy viviendo.

Los kilómetros pasan y yo ni siquiera siento la excitación que se transpira en todo viaje hacia cualquier lugar.

Me dejo llevar sin pensar mucho en lo que he vivido en la última semana, en los últimos meses, en los últimos años.

Sin siquiera acordarme por momentos cuanto soñé estar en esta situación y circunstancia… de cuantas veces soñé llegar a esta meta tan resistida que ahora brilla en mis manos.

¿Y la lluvia de gloria?
No siento haber subido el gran escalón.
No siento haber llegado a ningún lugar en particular.
No siento haberme realizado como persona.
Es un poco angustiante.
Creía que al recibirme de médico iba a nadar en un mar de sensaciones gloriosas.

Corroboro mi teoría. Los pasos importantes de la vida, las bisagras, los antes y después de, no se perciben exactamente como tales en el minuto que lo marca la historia, sino cuando la mente y el corazón logran metabolizarlos… generalmente estos dos momentos no coinciden en el calendario.

Más allá de todo estoy tranquilo.
Me siento raro y ¿feliz?… supongo que esto que siento es estar feliz… o algo por el estilo.
No pienso en futuros cercanos ni lejanos.

Mientras busco la posición más cómoda en la incómoda butaca del Vía Bariloche, intento acomodarme a esta nueva piel… a esta nueva vida.