El Bolsón, 8 de Abril de 2006

Los minutos transcurren con total tranquilidad. Luego de unos primeros días un tanto agotadores debido al cansancio que arrastro hace meses, me dispongo a pasar el fin de semana en la chacra La Emilia con Mabel y su familia.

El hecho de que yo este hoy en Bolsón no es casualidad y Mabel y los suyos son muy responsables de esto.

Todo comenzó hace ocho o nueve años. Viajaba con mi novia de ese momento, Ana. Cansados de una ruidosa noche en el archiconcurrido camping del Lago Puelo hacíamos dedo en una rotonda de la ruta El Bolsón-Lago Puelo, de donde también sale una camino hacia El Hoyo. No teníamos pretensiones de destino. Y así sucedió todo. Mabel y su hija Mariana iban hacia El Bolsón al banco. Nos levantaron. Nos preguntaron a donde íbamos y contestamos que a cualquier lado donde no haya millones de personas. Mabel nos ofreció poner la carpa en el fondo de su casa. Aceptamos gustosos. Al llegar nos instalamos y llegada la noche nos dice si no preferimos dormir adentro de su casa. Conclusión: nos quedamos cuatro días. Hablábamos con Mabel como si fuésemos amigos de toda la vida. Lo cierto es que hoy luego de tantos años para mi ella es como una segunda madre, su madre Elsa una tercera abuela, y sus hijos Mariana, Alejandra y Rodrigo, tres hermanos.

La chacra La Emilia esta ubicada a mitad de camino entre El Bolsón y Lago Puelo sobre la ruta vieja, lejos del ruido de la actual cinta asfáltica. Allí Mabel trabaja en sus plantaciones de Frambuesas. Grandes momentos he pasado caminado entre las líneas de frambuesas. Escuchando música, fútbol o a mi mente.

La Emilia y sobretodo sus moradores son un remanso para disminuir la velocidad de la vertiginosa Buenos Aires. Y en gran parte es por eso que hoy estoy en el Hospital Regional El Bolsón haciendo mi rotación de Salud Mental.

El fin de semana aquí es una recarga de energía increíble. Tortas, charlas, frambuesas, risas, otras charlas, reiki, televisión, caminatas aframbuesadas, paseos en auto, mas charlas. Es un placer sentirse como en casa. Las mismas actividades que realizamos hace nueve años, pero son tan placenteras como el primer día. Lo que mas me gusta de ellos es que nos vemos y hablamos poco (El Bolsón tampoco esta a la vuelta de la esquina), pero cuando nos encontramos parece que tan solo pasaron dos días. En esas pequeñas (¿pequeñas?) cuestiones es donde uno siente la conexión con cierta gente. La intimidad espiritual no se logra con la mera acumulación de horas de encuentro. Tampoco creo que sea algo que se “logre”, es algo que surge solo o no surge. Lo cierto es que cuando uno tiene una relación de afecto y amor con alguien no importan las distancias, ni los llamados, ni los mails, ni la comunicación fluida, ni los encuentros frecuentes. El cariño autentico no mide tiempos ni distancias, no reprocha cartas que no llegan ni teléfonos que no suenan. Importa disfrutar los momentos compartidos con toda la intensidad posible…

Me entusiasma saber que es la primera vez que voy a pasar mas de tres semanas cerca de Mabel y los chicos.

Es un placer de aquellos venir a visitarlos.

Camino el kilómetro de ripio que separa la ruta de la chacra entre los álamos que poco a poco comienzan a ponerse amarillos y ocres.

Camino y respiro el aire puro de mi Patagonia querida abrazado por la agradable calma chicha. Pateo el canto rodado hacia la acequia. El olor de la tierra mojada…