El Bolsón, alguna noche de Abril de 2006
¿Quién dijo que las segundas partes nunca son buenas?
Oscuridad en la noche y Al Pacino mirándonos de reojo.
Intentaste acomodarme el almohadón de la espalda.
Y sentí el impulso.
Lo dejé fluir.
Te sorprendiste.
El aire podía cortarse con uno de esos cuchillitos chiquitos y sin filo para untar paté.
Sin embargo me dejaste otro -el último, creí yo en ese instante- segundo como oportunidad.
Sentí otro -y esta vez más efectivo- impulso.
Y la hermosa y leal batalla comenzó…
En el sofá.
En el piso frió.
En la escalera.
En la cama caliente.
Hermosa y leal batalla… ya lo creo.
Con final ajustado en cama de una plaza.
“Difícil pero buena” te dije y no te gusto tanto.
Finalmente el carro se movió
y los melones se acomodaron solos.
Escuchá este cuento mientras lo leés
BESOS ERAN LOS DE ANTES
Tres meses de maremotos en la panza. Noventa y tres vueltas a la manzana. Catorce llamados abortados. Cinco Fruttifru de cereza. Tres Mielcitas rojas. Un millón de preguntas a su hermana.
Todo eso fue lo que invertí para mi primer beso… el que finalmente llegó una calurosa noche de Febrero.
Los pies deslizándose entre el papel picado y los pomos agonizantes de la pista: el carnaval del ’87 que siempre recordaré. Cinco lentos y medio acumulando el valor suficiente para que el mejilla-mejilla fuese mutando en el anhelado bocaboca.
Y el ansiado momento comenzó a hacerse materia. Un calor inconmensurable erizando mis labios. Ejércitos de hormigas conquistando el cuerpo. Mi trémula lengua ingresando en cámara lentísima a la receptiva e inmóvil boca. Recién en ese segundo volví a escuchar la música en el ambiente y a envolverme en su adorado aroma de Mujercitas mezclado con beso eterno.
Doce años de ruta. Decenas de decenas de besos surtidos. Miles de encuentros y millones de desencuentros. Veintisiete cicatrices en el alma. Toneladas de neuronas tramitando su jubilación. Billones de noches acéfalas. Dieciséis minutos de bondi. Cinco minutos de cola. Un Hyundai. Tres botellitas de agua.
Nueve fascinantes segundos fueron los que deje pasar para amotinarme en tu boca desde el momento en que te vi venir hacia mi lado y decidí que este sería (sin mas preámbulos) nuestro primer y último beso.
La monótona melodía meciéndose entre los pliegues mas rebeldes del cuerpo. El perfume de tu pecho frotándose frenético con mi deseo. Lenguas desaforadas que no quieren preguntar nada. Tatuajes que ensucian mi piel. Caricias de diseño modelo ‘06. Cien metros a 100.000 Km./h.
Try some, Buy some.
The New Killer Star vuelve a las veloces e inagotables pistas del éxtasis.